Ricky Martin
Georgina Elustondo
El cantante habló también de la difícil relación con sus padres, de su búsqueda religiosa, del éxito, los excesos y sus ganas de tener un hijo. Y aseguró que, a los 31, siente que empieza lo mejor.
¿Cómo escribiría su biografía el Ricky Martin no oficial?
"Te diría que hay una larga carrera que llevó a cabo un chamaco con muchas ganas de luchar, de sobresalir, con una necesidad increíble de caer bien. Un chamaco que ha tenido altas y bajas emocionales, que se toma todo personalmente y que sufre mucho por esa actitud; alguien con una profunda necesidad de hacer todo bien, una necesidad que se volvió obsesiva y hasta destructiva".
¿Mucha inseguridad?
"Sí, mucha. Pero también había una codificación errónea en mi disco duro (se toca la cabeza). Es muy difícil cuando al comienzo de una carrera eres parte de una agrupación donde te dicen 'habla, calla, tienes que ser así, tienes que decir esto, tienes que reír, no puedes cuestionar'. Menudo fue de látigo, chica. Nos movíamos en una disciplina militar. ¿Cómo te atreves luego a hacer algo mal sin sentir temor? Decodificar todo eso, darse cuenta, es horrible, sufres mucho".
¿Tanto te marcó Menudo?
"¡Imagina! De la habitación nos sacaban al escenario, de la habitación a la conferencia de prensa, de la habitación al avión. La habitación era mi colegio, era mi parque, era mi alcoba. Tenía 12 años, me sacan de mi casa, me cambian el nombre, la edad… ¿Quién soy? (pone cara de loco). Pero Kiky estaba ahí, sabes. Lo instintivo no es negociable: a mí me encanta el trabajo, me encanta el escenario y me encanta viajar. No puedo estar quieto en un sitio, no puedo estar más de cuatro horas en un cuarto. Esa es mi personalidad, ese soy yo".
Como si lo habitara entero, todavía, Kiky asomará en sus labios demasiadas veces en media hora. Kiky lo llamaron sus padres, a apenas horas de su llegada al mundo, el 24 de diciembre de 1971, en Puerto Rico. Kiky lo llamaban amigos y familiares cuando su carita de pocos años empezó a aparecer en comerciales de televisión. Kiky le decían cuando se sumó al grupo Menudo, con apenas 12 años. Kiky está vivito y coleando mientras Ricky Martin transita sus 31: puesto a hablar del pasado, no hay modo de detenerlo.
¿Cuáles fueron las mejores y las peores marcas de tu infancia?
"Lo peor fue entrar a esta carrera, lo peor".
¿¡La peor!?
"Sí, porque ahí todo fue a parar al caraj..., porque mis padres, que estaban separados desde hacía años, se dejaron de hablar y todo fue un desastre. Empezó a entrar dinero y se arrancaron los ojos. Se pelearon en la Corte, me pararon frente a un juez y me dijeron que debía elegir si quería estar con papá o con mamá. Les dije: '¿Saben qué? Yo quiero trabajar. No quiero estar contigo ni contigo, no quiero volver a Puerto Rico ni de visita, porque allí tengo que encontrarme con su estira y encoge, peleándose por mi dinero'. El trabajo me permitió seguir".
Si el estira y encoge era de los dos, ¿por qué te enojaste con tu papá?
"Porque fue así, chica, no tenemos que ir más a fondo. Yo necesitaba mucho a mi madre en ese momento".
Ricky y su padre no se hablaron durante casi diez años. El reencuentro llegó en diciembre de 1994, cuando unos días de vacaciones en París sorprendieron al cantante llorando como un niño en el banco de una plaza. "Hacía mucho frío, me cayó una nevada encima y empecé a llorar. No podía parar y entendí que era por papá. Cambié el pasaje y lo fui a buscar". Aflora Kiky y la megaestrella se afloja, se aniña, se vuelve humana, hasta que Ricky Martin retoma el control y aleja el pasado a los caderazos. "Pero hoy estoy aquí, sabes, estoy sólido y no me para nadie -se arma-. Mi vida ha sido muy interesante".
Ricky Martin fue el "tímido" de Menudo durante cinco años. En 1989 decidió dejar el grupo y viajar a Nueva York, a tomarse toda la soledad de un sorbo y decidir si podría vivir o no una vida sin aplausos. "No hice nada durante seis meses. Pasé horas sentado en las plazas, viendo girar al mundo. Quería conocerme, hacer un inventario de mi vida. Después de tanta locura sólo quería estudiar". Su madre insistía con el escenario; él repetía que no, pero… "Me fui de vacaciones a México y surgió la posibilidad de hacer teatro. Y después llegó la novela (Alcanzar una estrella), el estelar… Canté una canción y me ofrecieron hacer un disco. No podía parar, y encima todo se me daba".
¿Cuándo llegan los primeros no?
"Después de una gira por España, en el verano de 1995. Hice más de cincuenta conciertos en tres meses. Quedé loco, quemado mental y físicamente, porque todo era automático, nada tenía sentido. El dinero estaba por todos lados, pero no era feliz. Lo espiritual había quedado a un lado. Debía parar".
Pero la promoción del disco A medio vivir había sembrado lo suyo y había mucho que recoger. Miles de europeos habían vuelto a su país zarandeando caderas al son de María y el nombre de Ricky Martin empezaba a multiplicarse en las radios del continente. "No es fácil parar, al fin y al cabo es lo que todo artista quiere. Mencióname uno que no desee ser conocido en todo el mundo".
No es suficiente escribir las palabras que Ricky suelta con verborragia para transmitir lo que el boricua expresa cuando uno lo tiene enfrente. Su boca dice, pero dicen más sus saltos sobre el sillón, sus tonos, sus gestos, sus piernas que van y vienen, una sobre otra, sus nervios sobre el anillo. Como en el escenario, Ricky habla con todo el cuerpo.
¿Qué pasa cuando paras?
"Colapsas, porque hay mucho vacío. El primer día en que no tuve itinerario sentí una ansiedad increíble".
¿Cuándo te pasó?
"En 1995. Recogí la casa, saqué a un montón de gente de mi vida y me salí de la foto. Fue todo con mucho dolor, no estaba contento, pero limpié todo y me fui a la montaña, a desconectarme. Sin teléfono, sin luz, bien austero, todo bien simple. Recién ahí mi alma volvió a nacer".
Por aquel entonces, los medios hablaron de depresión. Ricky había desaparecido y todo tipo de especulaciones se tejieron al respecto, pero él desmintió cualquier forma de tristeza y sólo habló de agotamiento. Tiempo después, cuando el disco Vuelve lo regresó al escenario, una de sus canciones -La copa de la vida- clausuró el Mundial de Francia y se convirtió en el single de mayor venta en Europa, luego de que dos mil millones de personas vieran a Ricky bailarla en televisión. "Otra vez no podía parar -dice hoy-, pero ya con las riendas en la mano".
Toda tu carrera ha sido cuidadosamente planeada, con mucho marketing. ¿Te condiciona, te sientes libre?
"Siempre que dije sí era porque quería. Es cierto que tenía al lado unos monstruos de representantes y asistentes que estaban locos de felicidad porque tenían a un artista que decía a todo que sí. Ellos se pegaron la lotería, pero las decisiones fueron mías".
Doce años de carrera como solista, ocho discos, más de 40 millones de copias vendidas, una vitrina de premios de los mejores, contratos de publicidad millonarios… Ricky Martin es una corporación integrada por personajes de todo tipo: desde expertos en relaciones públicas y asesores de imagen hasta peluqueros, guardaespaldas y entrenadores físicos. Nada en su carrera quedó librado al azar: un paso tras otro, pura estrategia, mucho trabajo, cierto talento, el "disco duro" formateado desde muy pequeño para pagar todos los peajes que la fama exige. El tipo viaja en avión privado con abultada comitiva y su manager personal, Joselo Vega -41 años, ex coreógrafo de Menudo- arma su agenda y cuida celosamente que todo funcione a gusto.
¿Te cuesta manejar la exposición pública?
"Es un peligro. Tienes un paparazzi violándote a cada rato. Ellos tienen fotos, te violan, da mucha rabia. Y canalizas esa rabia cerrando todo, aislándote. Esta carrera puede ser una arma de doble filo si no estás sólido espiritualmente. Hay que hacer todo lo posible para encontrar algún tipo de centro donde recostarte y saber que no eres Dios, que puedes pedir ayuda. Es un trabajo que requiere mucha práctica".
¿Qué tipo de práctica?
"Yo he tratado todo, mi amor. He sido monaguillo, luego fui protestante, por poco me convierto en judío, casi me meto en la iglesia de la cientología, después me fui al hinduismo, al budismo, todo. Por eso hoy no soy nada, porque si digo que soy algo no puedo ser nada más. Creo en Dios. Dios hay uno; mensajeros, muchísimos".
¿Qué buscabas en la religión?
"Buscaba algún tipo de libertad, porque estaba muy encerrado. El aislamiento estuvo fuerte por muchos años. Por eso he buscado de mil maneras estabilidad espiritual".
Tiene los ojos pequeños, la mirada muda y la piel humana, menos perfecta de lo que la venden sus fotos. Mide 1,85 metros y está más flaco y marcado que hace unos años. Vive en Miami Beach, solo, en una casa que mira al mar, con varios cuartos, gimnasio, estudio de grabación y dos perros, Ikaro y Pitagne. Colecciona velas y sahumerios, le huye a la tele y compra libros espirituales.
¿Terminó la vida loca?
"Sí. Las prioridades son otras, y lo que me excita ahora es muy diferente a lo que me excitaba a los 20 años. En algún momento viví cierto descontrol, pero ya no me interesa. Hoy lo que quiero es crecer espiritualmente y trabajar".
Cuando su primer álbum en inglés -Ricky Martin- llegó a la cima de los rankings estadounidenses, Ricky se convirtió en un sex symbol internacional. La revista People lo consideró una de las 50 personas más bellas del planeta y le adjudicaron romances con mujeres de todo el globo -la modelo Rebeca de Alba fue la más oficial-. Sin embargo, la sexualidad del artista viene siendo motivo de rumores de toda índole desde hace años y Ricky no ha mostrado interés en ser claro al respecto. "La comunidad homosexual quiere que sea gay. Los heterosexuales quieren que sea como ellos. Todos los periodistas piensan 'yo seré el que lo haga hablar'. Yo les ruego: vivan su propia vida y dejen de vivir la mía", ha dicho. Esta vez también evitó profundizar el tema.
Contaste muchas veces que perdiste tu virginidad a los 15 años...
"No me digas que vamos a hablar de eso ¿Por qué? ¿De verdad quieren hablar de mi sexualidad? No entiendo…".
¿Qué sientes cuando cuestionan tu sexualidad?
"Me enferma -se enoja-. Es como una violación. 'Oye, tú, ¿con quién te acuestas?'. ¿No crees que es un poquito difícil? Es irrespetuoso. Y lo peor es que hay una sociedad que se alimenta de eso. Y la sexualidad es tan rica… a mí me encanta, pero si quisieras hablar del tema, no de mí".
Siempre has contado muchas cosas personales, no has escondido tu historia. Si fueras gay lo asumirías…
"Y a lo mejor hay gays que no lo quieren asumir y ya. Yo simplemente soy lo que soy, es bien simple. Quiero tener una familia".
Has hablado mucho del deseo de ser padre.
"Sí, quiero tener muchos hijos. Y algún día será, cuando tenga la necesidad de volver a Kikyto. A lo mejor quiero dar lo que no recibí o dar lo que recibí y mejorarlo".
El chico de pelvis movediza y sonrisa de foto a veces se pone serio. Y se enoja. Y no le falta carácter; mucho menos, temperamento. Sabe que a uno puede gustarle o no lo que ha logrado, lo que vende, pero sabe también que nadie puede negar que ha sudado la camiseta.
Tu nivel de autoexigencia es altísimo, siempre hay una nueva meta. ¿Hay algo de insatisfacción permanente o es pura ambición?
"Soy muy ambicioso, pero estoy satisfecho. No seré el mejor compositor, pero cuando me paro en un escenario defiendo esa canción como nadie. Que venga lo que venga, la satisfacción ya está. Ricky Martin tiene éxito. Yo he llegado". l © Clarín
Un auténtico Ricky Martin
Todo se proponía con la naturalidad de las cosas habituales. No había detalles y nadie los pidió. La consigna era reunirse en el lobby de un gran hotel de Miami y ahí estábamos, en ansiosa espera, pero entregados. Cinco periodistas, dos agentes de prensa, un chofer. "¿Estamos todos? Vamos". El destino: el estudio de grabación de Sony Music. El objetivo: escuchar el nuevo disco de Ricky Martin, Almas del silencio, que fue lanzado mundialmente el 20 de mayo. Todo fue como-en-casa desde que nos desparramamos en sillones de cuero negro a la espera de los primeros acordes, recorriendo con la mirada infinitos botones y teclas que alguien manejaba con envidiable habilidad. Nos dieron refrescos, frutas y una carpeta que presentaba canciones y compositores de la talla de Emilio Estefan, Alejandro Sanz y Ricardo Arjona, entre otros. Concluida la introducción, los temas empezaron a correr, a todo volumen, hasta estrellarse en la piel. La sala de audición empezaba a sumergirnos en la quinta canción cuando se abre una puerta, aparece Ricky y pide con gestos que todo siga su curso. "Gracias por venir. Es el disco más personal que he sacado; presenta como nunca mi piel. Era hora de volver a mis raíces". Trae un disco del auto, presenta canciones sin mezclar, pide opiniones. Almas del silencio es su primer trabajo sin huellas de Robi Rosa, otro exiliado de Menudo y autor de varios de sus hits, pero repite fórmulas de éxito probado: la artillería sonora no escatima instrumentos y el jadeo rítmico y sexy de Ricky atraviesa una amplísima galería de impresiones musicales, en un repertorio que intercala baladas con excitadas canciones para menear en las pistas. Un auténtico Ricky Martin.
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