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4 de marzo de 2010

Las raíces del vagabundo


"No quiero vivir la vida de nadie. La vida es una y voy a vivirla lo más posible, a mi manera”
MARÍA IVETTE VEGA CALLES / mvega@elnuevodia.com

Nunca se sintió cómodo con su nombre de pila: Robert Edward Rosa Suárez. El cantautor conocido inicialmente como Robi Rosa, cuando pertenecía a Menudo, sentía que ese primer nombre en inglés no lo representaba, lo asociaba a un caballero británico.
Dicha sensación ya lo sorprendía a los seis años, cuando estudiaba en el Colegio St. Mary de Nueva York.
Hijo de Norberto Rosa y Sonia Suárez, puertorriqueños inmigrantes en la Gran Manzana, el artista imagina, pues nunca lo hablaron, que sus padres eligieron Robert para que fuera mejor aceptado como latino en Estados Unidos.

“Yo me siento puertorriqueño, barroco, me siento vagabundo por un lado, ése soy yo. El nombre Robert Edward no me representa bien, representa una visión de mis padres, de un momento y de unas realidades de ellos.
Nombré a mis hijos Redamo y Revel Angel, y a lo mejor también recibiré esas críticas en un futuro”, señala.

Por otra parte, el músico siente pasión por los reptiles, pero, como amante de la mitología, lo que le despierta una especial fascinación es la imagen de los dragones. Aún está muy clara en su memoria la imagen de un gran dragón que su padre le dejó dibujar en una casa en la que vivieron en Ponce.
Cuando la familia se mudó, aquella imagen quedó plasmada en la pared, dejando un rastro del nacimiento de un artista.

Y fueron esos seres, los dragones, los que le hicieron fantasear por años con nombres como Dracus, Draconius, Dracus, Dracul y Dracusmagus. Al final se inclinó hacia la simpleza y la fuerza de la concisión y eligió Draco.
El compositor cambió legalmente su nombre a principio de la década de los 90.
“Entiendo que la gente me llame Robi y yo encantado, no tengo problemas, no me molesta. Aquí lo clave para mí es que Draco Cornelius Rosa esté escrito en la tumba, en mis documentos y que cuando a mis hijos le pregunten: '¿Quién es tu papá?' digan: 'Draco Cornelius Rosa'. Entonces, estamos todos claros”, puntualiza.
Retrocediendo a Westbury, Nueva York, donde vivió parte de su infancia, allí tuvo la primera muestra de las diferencias culturales, pues la población y los intereses estaban muy segmentados. Recuerda a los deportistas, que se desenvolvían en las fraternidades, y cómo el lenguaje que importaba para ellos era el de ganar o perder.
En la YMCA, a donde su madre los llevaba a él y sus hermanas, había noches temáticas, de las cuales recuerda la noche latina al ritmo de salsa y afroamericanos, impregnados con el espíritu de Malcolm X.

En la casa de su padrino Frank, un italoamericano, encontraba una similitud con sus raíces puertorriqueñas, por la importancia que se le daba a la familia, la comida y el ambiente de buen ánimo que permeaba. Siempre la música estuvo presente en la vida de Draco. No obstante, por muchos años deseó estudiar arquitectura, lo que sigue siendo una de sus grandes pasiones.
Pero su experiencia en Menudo lo acercó más a la música y tan pronto salió del grupo le manifestó a su madre su deseo de estudiar en el Instituto Juilliard de Nueva York, dedicado a las bellas artes.
Pero la arquitectura sigue flotando en su imaginación. “Le tengo un respeto grande a la construcción. Lo encuentro tan interesante. Lo relaciono con la idea de crear. Llego al estudio, hay tres personas y me dicen: '¿Qué vamos a hacer, Draco?' y yo les digo: 'No sé, pero prende esto y vamos a empezar' y así pasan los meses. Hacer un disco es como la construcción”, afirma.
Draco se visualiza como un espíritu inquieto. Siempre está a la búsqueda de cosas nuevas que lo estimulen. Su impulso se calma cuando encuentra algo que le interesa. “Necesito estimularme, necesito las sensaciones y sentirme vivo. Por la mañana me levanto y estoy con el ánimo arriba, y con todo y eso siempre que llega la noche, llega la tristeza. Hay una soledad, una cierta depresión. Todo se calla. Todos se duermen. Y en la oscuridad siempre hay cosas que uno ve. Con los años he aprendido a canalizarlo, y ahora muchas veces esas horas se convierten en las más productivas.
Me voy al estudio”, relata el cantante cuya piel tatuada es como otra seña de identidad.
Preocupado por el entrelazamiento del ambiente, el capitalismo, la posible falta de energía y otros problemas sociales y económicos, desde hace cuatro años Draco se concentró en conseguir un pedazo de tierra en Puerto Rico, especialmente en Utuado, de donde es su padre. Al encontrarla la llamó Hacienda Horizonte y hoy día es su fuente de inspiración. Allí cultiva diversos alimentos y café; de esa forma considera que, junto a su esposa, la actriz Ángela Alvarado, y sus hijos, pone un grano de arena. “No quiero vivir la vida de nadie. La vida es una y voy a vivirla lo más posible, a mi manera. Siempre he sido respetuoso, y espero hacer una contribución al arte, a todo lo que pueda contribuir”, concluye.


Fuente y video: El nuevo dia
Foto: Draco Poeta Vagabundo

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